Crónicas
Diego Freyle
¡El buñuelo de frijol sigue vivo!
Élida Pardo Pombo, amante de la cocina y la comida típica caribeña, lleva más de 30 años elaborando buñuelos de frijol, un producto tradicional que con los años ha ido desapareciendo en Barranquilla.
Para esta mujer cocinar es una de sus pasiones, aunque a sus 81 años le cueste hacer alguna de las actividades que más le gustan. Sin embargo, en esta ocasión hizo los buñuelos de frijol, una receta que le ha permitido mantener viva una tradición cultural y familiar. Desde un día antes, ella colocó los frijoles en agua, ya que ese es el primer paso que se debe hacer.
Dentro de los productos de la gastronomía típica costeña se encuentran el Vigna unguiculata, una legumbre comúnmente conocida como “frijoles cabecita negra”, los cuales según el libro “The American Ethnic Cookbook for Students” son originarios de la India, pero fueron traídos al caribe por los esclavos africanos en la época de la conquista española. Desde entonces, este grano ha sido utilizado de diferentes formas en la gastronomía caribeña, tales como arroz de frijol, sopas, ensaladas, buñuelos, entre otros.
Preparar este alimento le recuerda a su infancia. A los 10 años, aprendió a elaborarlos gracias a su tía Rosamelia Pombo, quien los vendía en el barrio Olaya de Barranquilla. Su manera de prepararlos consistía en molerlos luego de haber estado un día en agua para obtener la masa, luego le agregaba un huevo, sal y los fritaba. No obstante, con los años y por gusto, Élida le agregó otras maneras e ingredientes para hacerlos.
-” Yo ya no uso molino, sino que echó los frijoles a la licuadora durante unos 6 minutos hasta que se triture bien el grano”, dice Pardo.
Mientras Élida prepara la masa, le agrega sal, harina y bicarbonato, porque a diferencia de su tía, no le gusta echarle huevo. En un momento, apareció su esposo, Alejandro Rodríguez, quien le entregó una bolsa con queso, debido a que a él le gusta los buñuelos de frijol con dicho ingrediente.
Alejandro es electricista y tiene un taller en su propia casa. No se considera muy bueno cocinando y prefiere no hacerlo, porque asegura que termina discutiendo con su esposa.
“Ella no se deja ayudar y es muy celosa con la cocina. Mejor cada uno anda en lo suyo”, agrega. Luego de unos minutos, se retira del lugar.
Durante 15 años, Pardo continuó el negocio de su tía, pero algunas complicaciones en la salud no le permitieron seguir con esa actividad. Lo anterior llevó a que decidiera venderlos por encargos, pero con el pasar del tiempo prefirió hacerlo para su propio consumo. Con un poco de dificultad, vertió en aceite caliente una pequeña cantidad de la mezcla y esta empezó a tomar forma. Al cabo de unos minutos, ya estaban listos los buñuelos y no dudo en darme a probar. Fue tanto mi gusto por este alimento que terminó regalándome masa para preparar.
Pardo quisiera volver a vender los buñuelos de frijol como antes, porque sabe que en la ciudad ya poco se comercializan, sin embargo, asegura estar tranquila, porque enseño a sus hijos y nietos a hacerlos para que mantenga viva la tradición.
-” Yo a ellos les he enseñado que los buñuelos no pueden desaparecer, porque se va parte de nuestra cultura”, dice.
En Barranquilla, encontrar un lugar donde vendan fritos es muy común, porque en cada barrio existe la persona que todas las mañanas tiene su puesto de fritos con diferentes alimentos típicos desde empanadas, arepas con huevo, arepas de dulce, entre otros. Sin embargo, no todos venden los buñuelos de frijol. En la carrera 19 con calle 45e esquina, se encuentra una de las pocas personas que al igual que Élida se han encargado de rescatar este alimento. Carlos Mario Molina de 57 años de edad, es comerciante en esta zona de la ciudad y lleva 9 años vendiendo distintos fritos, entre esos los buñuelos de frijol. Desde las 6 de la mañana, él junto a su esposa e hijo se alistan para abrir su negocio llamado “el punto del sabor”.
Molina empezó a vender fritos a raíz de una crisis económica, lo cual generó que él y su familia decidieran emprender de dicha manera. En un principio, para este paisa le costó aprender a elaborar esta comida típica costeña, debido a que no sabía ni cómo se elaboraba una arepa.
-” Yo me iba para el centro a observar cómo preparaban estas comidas en diferentes lugares. Luego me dedicaba a ensayar y ensayar hasta convertirme en un verdadero profesional del frito”, dice entre risas.
En el lugar, Carlos y su esposa se encargan de fritar mientras su hijo atiende a los clientes y otra mujer prepara los fritos. A las 7 de la mañana, llegó en su moto Luis Carlos Osorio, la persona encargada de elaborar y venderle los buñuelos de frijol a Carlos, debido a que él no los hace por el proceso que esto requiere. Sin bajarse de su moto, Osorio le entrega una bolsa con los buñuelos a Molina, quien inmediatamente los exhibe en su pequeña vitrina.
Luis aprendió de un amigo a preparar los buñuelos de frijol luego de haberse quedado sin trabajo. Actualmente, lleva 10 años comercializando esta comida autóctona del caribe.
-” Yo tengo la costumbre que cuando paso por un lugar donde venden fritos, llego y ofrezco el producto. De esa forma, me conocí con el señor Carlos, le gustó los buñuelos y la forma como trabajo y ahí seguimos”, cuenta.
Osorio no utiliza el frijol nacional, sino importado, debido a que considera que es de mejor calidad. Anteriormente, distribuía buñuelos de frijol en 10 lugares de la ciudad, pero con el tiempo el número de clientes ha ido disminuyendo. Esto lo ha llevado a vender otros alimentos como los pasteles con el fin de obtener mejores ingresos.
Luis se despide y se va del lugar para continuar entregando los pedidos. En el transcurso de
la mañana, iban llegando poco a poco personas del sector a comprar los buñuelos. El comerciante no se atreve a encargar mayor cantidad de estos, porque afirma que en ocasiones no se vende ni uno. La venta de buñuelos de frijol en este lugar es incierta, debido a que Molina asegura que tendrá el negocio hasta fin de año, porque considera que el precio de la materia prima ha subido mucho. Además, no quiere que sus hijos y esposa continúen trabajando de manera informal.